2/7/07

La Noche Mágica.

Per Ariel Villa. Periodista argentí.
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Cumplía años. Igualmente no esperaba regalo, conocía perfectamente la situación económica de su hogar; sabía que el "viejo" no tenia un "mango" (dinero).Trabajaba mucho, lo veía poco, pero en aquellos tiempos de crisis o de inflación o de yo que sé, era muy dificil llegar a fin de mes.

La madre preparaba un pastel totalmente casero, decía que el de ella era mejor que el que se podia comprar en cualquier tienda, los ingredientes eran seleccionados y colocados minuciosamente y el amor se encargaba de hacer el resto.

"Cuanto falta para que llege papá?", preguntó por octava vez.
"Se habrá retrasado un poco por el tráfico. No tardará mucho más."

La última palabra coincidió con la ensayada entrada del padre que había pensado mil formas de hacerlo, pero se anuló, se nubló; solo atinó a sacar del bolsillo del chaleco azul un sobre y, disimulando la emoción aclaró: "mira que empieza a las diez, si no te apuras no llegamos. "

Pasó todo el viaje leyendo la entrada. Intentando disfrutar de cada instante; hubiese querido paralizar el tiempo, detener el mundo. Le aterraba pensar que solo duraba 90 minutos; era el día más felíz de su vida.

El padre contaba anécdotas, goles y gambetas que, segun él, eran parte de la história del club. La radio pronosticaba un partido para el recuerdo, una final inolvidable.

Aparcaron el coche a diez cuadras del estadio, en el único rincon que quedaba libre. El espectáculo era inmenso, las calles empedradas se encontraban completamente congestionadas por gente que, al igual que él, tenian una sonrisa dibujada, el paso acelerado y la esperanza de regresar victorioso.

Sentía que el corazón se le escapaba del pecho, había llegado el momento. "No me la corte mucho", le indicó al señor de la puerta que con un gesto dió por entendida le órden; y casi sin respirar subío los cincuenta escalones que lo separaban del sector Platea Media.

La Bombonera estaba repleta, "reventaba", buscó nuevamente la entrada, ahora la faltaba un trozo, solo para comprobar que era cierto, que hoy, el partido no era el mismo porque él estaba ahí.

"Mamá lo estará mirando por la tele?
Claro, como se la va a perder."

Cerró los ojos, suspiró. El arbitro dió el pitazo inicial, le esperaban 90 minutos de gloria.